El futuro del vehículo eléctrico: factores determinantes de su evolución

El vehículo eléctrico (VE) está llamado a desempeñar un rol destacado en el modelo de movilidad del futuro. A pesar del consenso sobre este cambio de modelo, existen enormes incertidumbres acerca de él, en relación a la velocidad y alcance de la transición. En su reciente estudio Electric vehicles and electricity, el Oxford Institute for Energy Studies (OIES) intenta dar respuesta a estas cuestiones, abordando aspectos como la velocidad y naturaleza del despliegue del VE, qué barreras podrían retrasar el proceso y el papel a desempeñar por la regulación.

En 2016 el stock de vehículos eléctricos a nivel global superó los dos millones, representando aproximadamente el 0,2% de la flota de vehículos ligeros en circulación. La mayor parte del parque automovilístico de VE se concentra en China (32%) y Estados Unidos (28%). Aunque todas las estimaciones apuntan a un crecimiento destacado en su grado de penetración en las ventas de vehículos, existe una enorme incertidumbre acerca del grado de penetración al que se llegará en los próximos 10 o 15 años, con predicciones que fluctúan entre los 40 y 70 millones de VE en 2025 y los 120 y 200 millones en 2030. Incertidumbre que también se refleja en la ausencia de estimaciones a más largo plazo.

Detrás de estas positivas previsiones de crecimiento se encuentran múltiples factores: objetivos de emisiones de gases contaminantes más ambiciosos y exigentes, políticas que promueven una mayor senda de descarbonización de la economía así como la protección del medio ambiente y la salud pública a nivel urbano, mejoras tecnológicas y reducción de costes de los VE, mayor atractivo de los VE en términos de autonomía (distancia) y variedad en el número de modelos disponibles gracias al compromiso de los principales fabricantes de expandir su oferta de VE, irrupción de nuevos modelos de negocio para aumentar los ingresos posteriores a la venta procedentes de los clientes conectados, entre otros.

Frente a estos aspectos positivos, se encuentran otros factores determinantes que pueden frenar el despliegue y limitar el potencial de crecimiento de los VE. Más allá de los requisitos críticos como la disponibilidad de una buena red de suministro de recarga o la capacidad del sistema eléctrico a la hora de dar respuesta a las puntas de demanda, el estudio del OIES abunda en otras cuestiones no menos relevantes en el despliegue del VE. A factores como la existencia de políticas de respaldo a la adquisición de VE, la reducción de los costes de la batería, la mayor o menor prohibición de vehículos con motores de combustión interna se suman otros que pueden acabar reduciendo el número y tipo de VE en circulación: una mayor inversión en transporte público, la competencia con otras fuentes energéticas (hidrógeno o gas natural), las nuevas modalidades de vehículo compartido, así como simples cambios en los hábitos de consumo que acaben quitando la relevancia que el vehículo particular ostenta en estos momentos en la sociedad.

Desde una perspectiva puramente regulatoria, David Robinson apunta que sin necesidad de políticas específicas ad hoc de apoyo al despliegue el VE, existe un amplio abanico de medidas que pueden favorecer una mayor penetración. El estudio pone el acento, por ejemplo, en la eliminación de cualquier política fiscal que favorezca a los combustibles fósiles, un diseño tarifario que proporcione las oportunas y eficientes señales a la carga del vehículo en períodos valle o un diseño de mercado eléctrico que permita la participación de recursos energéticos distribuidos (tales como las baterías de los VE) en los mercados mayoristas y minoristas proveyendo servicios de flexibilidad. En cualquier caso, como mínimo en cuanto a las economías desarrolladas, el propio sistema eléctrico no parece ser una barrera al desarrollo del VE en el futuro.

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