El desarrollo de diferentes tipos de gases renovables durante los últimos años, conocidos popularmente como “nuevos gases” (biogás, biometano, el metano sintético o el hidrógeno), hace necesario acordar una terminología común para la Unión Europea que contribuya a prevenir cualquier malentendido al referirse a un gas específico. En este sentido, la investigadora Ilaria Conti de la Florence School of Regulation presenta el estudio How Many Shades of Green? An FSR Proposal for a Taxonomy of Renewable, en el que aborda el tratamiento de estos nuevos gases.
La investigación plantea que estos gases tienen unas características únicas y no se debe referirse a ellos con adjetivos no unívocos como por ejemplo “renovable”, “verde” o “sin carbono/bajo en carbono”. En particular, el estudio sostiene que algunos de estos gases son neutrales en carbono por proceso; otros son responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), a pesar de ser de origen 100% biológico y, algunos de ellos, son casi idénticos en términos químicos, pero su huella de carbono puede variar significativamente.
Lo que propone Conti, es un enfoque científico para clasificar los nuevos gases más prometedores de acuerdo con su impacto ambiental en términos de emisiones de GEI, de origen y proceso de generación, y su usabilidad, medida en términos de posibilidad de que este gas acceda a la infraestructura existente en la fase de inyección.
Los resultados indican que es básico diferenciar entre los gases que son “verdes por fuente” de aquellos que son “verdes por proceso” ya que la etiqueta “gas renovable” no siempre implica que sea bajo en emisiones de carbono. El estudio enfatiza que, aunque algunos gases nuevos son concebidos intuitivamente como ambientalmente neutros (biogás y biometano) muestran una huella de carbono y metano muy elevada a pesar de su origen no fósil. En cambio, el estudio plantea que es posible obtener formas de gas limpio como el hidrógeno a partir de combustibles fósiles (gas natural) gracias a procesos que tienen un impacto insignificante o nulo en términos de emisiones de GEI (como la pirólisis).
Finalmente, el estudio aboga por la necesidad de incorporar el papel de la innovación tecnológica, en particular, resalta que una taxonomía eficiente para los nuevos gases debería ser capaz de acomodar el progreso en la tecnología utilizada para obtenerlos, que está en continua evolución. En este sentido, la tecnología de captura de aire, la pirólisis y la fotocatálisis son tres áreas en las que el esfuerzo innovador podrían ser particularmente interesantes.