El desarrollo de biocombustibles de segunda generación (2G), cuya producción ya no depende de cultivos de alimentos como era el caso de los de primera (1G) sino del aprovechamiento de residuos o deshechos existentes, depende en gran medida de la capacidad de transformar las plantas existentes.
El desarrollo de biocombustibles de segunda generación (2G) cuya producción ya no depende de cultivos de alimentos como era el caso de los de primera (1G), sino del aprovechamiento de residuos o deshechos permite minimizar el cambio de usos del terreno y las emisiones finales derivadas de su uso. Mientras que la capacidad instalada para la producción de biocombustibles de 1G se disparó durante la pasada década la demanda no creció según lo esperado. Esto ha provocado que en lugar de plantearse la construcción de nuevas plantas de biocombustibles de 2G, se contemple la posibilidad de la adaptación de las plantas de 1G para la producción de estos biocombustibles avanzados, siendo éste el objeto del estudio elaborado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
El estudio de la IEA-RETD plantea que las opciones técnicas para la integración son la “co-localización” (construir una planta de 2G de forma separada pero adyacente a una de 1G), la actualización de plantas de 1G para permitir también la producción de biocombustibles de 2G, y por último, la conversión de plantas de 1G en plantas de 2G. En cualquier caso, las plantas de bioetanol presentan mejores condiciones técnicas y económicas para llevar a cabo estas adaptaciones que las plantas de biodiesel.
El análisis de los potenciales ahorros arroja la posibilidad de reducir los costes de una planta de bioetanol en un 5-10% al localizarla junto a una de 1G. En cambio, los ahorros en emisiones no son significativos en lo que se refiere al proceso de integración, mientras que el impacto en la utilización del terreno puede derivar en ahorros respecto a la posibilidad de construir la planta de 2G de forma separada.
En lo referente a instrumentos de política para fomentar el avance de los biocombustibles de 2G, el estudio destaca 3 tipologías: cuotas de producción o límites en emisiones, exenciones fiscales o ayudas financieras para el I+D e instrumentos colaborativos. El estudio sostiene que cada una de las opciones aportará distintas ventajas y desventajas para la implementación. Pero concluyen que un desarrollo del mercado para la integración de plantas de 1G y 2G solo se dará en el caso de que exista un apoyo al desarrollo y la comercialización tecnológica. Asimismo, se presentan una serie de recomendaciones referentes a la integración de tecnología de 2G de biocombustibles en plantas de 1G.