Una de las principales conclusiones que se extrae de la publicación Renewable energy in Europe: key for climate objectives, but air pollution needs attention, elaborada por la European Environmental Agency (EEA), es que el despliegue de las energías renovables en Europa está siendo clave para alcanzar los objetivos climáticos, pero la calidad del aire sigue exigiendo una mayor atención.
El informe aborda el efecto del crecimiento de las energías renovables en el uso de combustibles fósiles, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y la contaminación del aire desde 2005.
Se señalan las tendencias según las que se observa que en las últimas dos décadas se ha producido un rápido aumento del consumo de energías renovables en Europa, fruto de una clara orientación de la política de energía y clima de la Unión Europea (UE) para estimular su uso, sumado a una mejora competitiva de las tecnologías. Según las estimaciones de la Agencia, la proporción de energía procedente de fuentes renovables se situó en el 18,0% del uso final bruto de energía de la UE en 2018, el doble que, en 2005.
Otra de sus conclusiones es que la penetración de las energías renovables no ha sido homogénea entre los distintos miembros de la UE. Sigue existiendo una amplia variación entre países tales como Austria, Dinamarca, Finlandia, Letonia y Suecia con el 30% del consumo final bruto de energía y Bélgica, Chipre, Luxemburgo, Malta y los Países Bajos con el 10% o menos.
El crecimiento de las energías renovables tiene un impacto en las fuentes no renovables, especialmente los combustibles fósiles, que están siendo reemplazados en todos los sectores. En particular, la mayor parte de la sustitución ha tenido lugar en sectores industriales intensivos en energía cubiertos por el Sistema de Comercio de Emisiones de la UE (ETS), contribuyendo con tres cuartos del ahorro total en emisiones de GEI de la UE en 2018.
El consumo adicional procedente de fuentes de energía renovables en la UE desde 2005 ha dado lugar a una disminución de todas las emisiones de dióxido de azufre (SO) y óxidos de nitrógeno (NO) en 2017, en un 7% y 1%, respectivamente. En cambio, debido al aumento del uso de biomasa desde 2005, se han visto incrementadas las emisiones de las partículas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2,5) en un 11% y los compuestos orgánicos volátiles (VOC) en un 4% en 2017.
Finalmente, el estudio concluye enfatizando la necesidad de prestar una mayor atención a las interacciones entre las fuentes de energía renovable y no renovable, así como a los impactos en la calidad del aire que genera la combustión de biomasa.