Simone Tagliapietra, investigador del think tank europeo Bruegel, reflexiona sobre las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania en la arquitectura de suministro de energía de la Unión Europea.
El trabajo se centra primero en las consecuencias de una detención de la Unión Europea (UE) a las importaciones rusas de los tres combustibles fósiles esenciales: gas natural, petróleo crudo, incluidos los productos derivados del petróleo, y carbón, para centrarse en el corto plazo. Según Tagliapietra, Europa podría disminuir, en gran medida, su dependencia de las fuentes energéticas rusas especialmente para el carbón y para el petróleo. En cambio, abandonar el gas ruso resulta más complejo. La UE debería poder reemplazar aproximadamente el 50% de las importaciones. Tal y como se pone de manifiesto en el artículo, esto sería posible manteniendo los flujos a través de los gasoductos desde Noruega, Argelia y Azerbaiyán hacia la Unión Europea en grandes volúmenes. En cambio, la brecha del 50% restante debería compensarse con una demanda reducida. En cualquier caso, estas actuaciones dependen de posibles cuellos de botella en términos de infraestructura y de consideraciones políticas que será necesario tener en cuenta.
En cuanto al largo plazo, el investigador aborda las diversas implicaciones geopolíticas que surgen de la transición de energía limpia de la UE. En concreto, Tagliapietra apunta cuatro grandes impactos. En primer lugar, las repercusiones en los países productores de petróleo y gas vecinos de la UE, ya que más allá de una reducción de las importaciones disminuirá la inversión en nueva infraestructura de combustibles fósiles e incluso reducirá los esfuerzos de mantenimiento de la infraestructura existente. Al mismo tiempo, se podrá ocasionar un posible aumento del comercio de electricidad e hidrógeno verde. En segundo lugar, la caída de la demanda mundial de petróleo resultante de la transición hacia energías limpias repercutirá en los mercados energéticos mundiales, disminuyendo los precios de los fósiles y, por consiguiente, las rentas de los países productores. El tercero es el impacto en la seguridad energética europea, sobre todo por la importación de minerales y metales que sustentan la fabricación de paneles solares, turbinas eólicas, LED, baterías de iones de litio, pilas de combustible o vehículos eléctricos. Por último, se esperan repercusiones en el comercio mundial, en particular, a través de medidas de ajuste fronterizo de carbono.
Tagliapietra advierte que para hacer frente a estos retos es necesario diseñar una estrategia de política exterior que además promueva el liderazgo global europeo en la transición ecológica.