Ante un fenómeno altamente heterogéneo como son las comunidades energéticas, investigadores de la Florence School of Regulation desarrollan una clasificación sistematizada de los principales modelos de comunidades para ofrecer nueva claridad conceptual.
El estudio identifica cinco categorías diferentes de comunidades basándose en su función principal en el sistema energético y el nivel de madurez de sus modelos de negocio.
En primer lugar, los autores destacan los grupos de compras y proveedores de asistencia. En este caso, los miembros de la comunidad pueden agregar su demanda o suministro de energía y buscar colectivamente mejores ofertas con los proveedores de tecnología o los minoristas de energía. Estas comunidades pueden aprovechar las economías de escala monetarias y no monetarias en comparación con las iniciativas de los consumidores de energía individuales y los prosumidores, aunque siguen siendo bastante pequeños y pueden enfrentar una dura competencia de soluciones dedicadas a mayor escala.
Otro grupo identificado son las comunidades de productores y minoristas de energía. Estas comunidades de energía pueden centrarse en producir y suministrar energía y aprovechar la disponibilidad geográficamente dispersa de las energías renovables y su idoneidad para la explotación descentralizada por parte de muchas plantas pequeñas y medianas. Sin embargo, los autores identifican como principal debilidad que las plantas a escala son aún más eficientes. Aunque para ciertos tipos de energías renovables destacan que la brecha de eficiencia no es tan grande como lo es para los combustibles fósiles.
En tercer lugar, se introducen las cooperativas de servicios públicos que se centran en la entrega de energía a través de redes. Este modelo permite abastecer a clientes en áreas con población dispersas y, por lo tanto, poco atractivas.
Como figuras más novedosas y basadas en la digitalización, los autores introducen las comunidades compartidas de energía y los proveedores de movilidad compartida. El primer grupo invierte en activos de generación comunitaria, típicamente plantas solares fotovoltaicas y posiblemente también en dispositivos de almacenamiento. Estos utilizan la producción de energía para cubrir, ya sea física o virtualmente, el consumo de energía de sus miembros. El último grupo, los proveedores de movilidad compartida representan una comunidad que proporciona servicios de movilidad eléctrica compartida.
Por último, el estudio concluye resaltando que los reguladores deben centrarse en aportar un paraguas normativo a estas comunidades para que puedan desarrollarse con éxito.