Este artículo, publicado por el Joint Research Centre y la European Commission, analiza de manera exhaustiva la distribución y los perfiles de las personas en situación de pobreza energética en la UE.
El aumento de los precios mundiales de la energía durante 2022-2023 y los desafíos de equidad de la transición verde pusieron en primer plano a la pobreza energética dentro de los debates de política económica en Europa. Sin embargo, la falta de consenso sobre su medición complica la formulación y la evaluación de políticas.
El reglamento del Fondo Social para el Clima y la Directiva de Eficiencia Energética definen la pobreza energética como la falta de acceso de un hogar a servicios energéticos esenciales, como calefacción, agua caliente, refrigeración, iluminación y energía para alimentar los electrodomésticos. Por su parte, la Comisión Europea, a través de la Recomendación sobre la Pobreza Energética de octubre de 2023, reconoce la pobreza energética como un fenómeno multidimensional impulsado por tres causas subyacentes: el elevado gasto energético en proporción al presupuesto de los hogares, los bajos niveles generales de ingresos y el bajo rendimiento energético de los edificios y electrodomésticos.
Los autores subrayan la complejidad de medir y abordar la pobreza energética. Asimismo, destacan la necesidad de un uso extremadamente cuidadoso de los indicadores de pobreza energética en relación con la distribución del ingreso. En consecuencia, se enfocan en dos tipos de indicadores: por un lado, indicadores “basados en el gasto” que utilizan información sobre el gasto energético frente a umbrales absolutos o relativos; y, por otra parte, indicadores basados en un “enfoque consensual” que consideran evaluaciones auto informadas de las condiciones de la vivienda y la capacidad para satisfacer las necesidades básicas.
Los resultados del análisis de los diferentes indicadores considerados muestran que aproximadamente el 8% (indicadores de enfoque consensuado) y el 16% (indicadores basados en el gasto) de la población de la Unión Europea pueden clasificarse como pobres energéticamente. Además, alrededor del 30% de los hogares pobres en energía también son pobres en términos de ingresos. El estudio también revela una variación sustancial entre países en la tasa de pobreza energética, especialmente en los indicadores subjetivos.
Al examinar los gastos y perfiles socioeconómicos, los investigadores encuentran que los hogares clasificados como pobres energéticamente pueden tener perfiles diversos. Este hallazgo sugiere que la dependencia de un solo indicador conduce a la potencial omisión de un número elevado de personas que experimentan privaciones relacionadas con la energía. Por lo tanto, se plantea la necesidad de mayores debates normativos para minimizar el riesgo de este tipo de errores.