Desentrañando la política industrial de China y sus implicaciones para Europa

El artículo publicado por el think tank europeo Bruegel evalúa la efectividad de la política industrial china y su potencial aplicabilidad en la UE.

Uno de los principales rasgos distintivos de China es su intento por equilibrar el acceso a la financiación entre la economía estatal y la privada, dentro de un marco de objetivos estratégicos. Este enfoque, sin embargo, no es aplicable a las economías de mercado, como las de la UE, sino solo a aquellas en las que las empresas estatales son claramente privilegiadas. Habiendo revisado la historia reciente de la política industrial de China, cómo funciona y sus éxitos y fracasos, surge la pregunta de qué puede aprender Europa de la experiencia china.

La política industrial china ha sido reconocida por su aparente éxito. No obstante, dada la considerable inversión en su política industrial, los autores plantean que los resultados no sean más evidentes, siendo el éxito solo parcial. Sectores como el transporte y las energías renovables han experimentado avances significativos de los que China se beneficiará en los próximos años. En otros sectores, el progreso ha sido más ambiguo y, en general, los éxitos no han sido suficientes para impulsar el crecimiento de la productividad, que ha estado disminuyendo durante dos décadas.

El informe plantea que la política industrial de China puede considerarse una herramienta para equilibrar las desventajas estructurales del sector privado, que enfrenta derechos de propiedad intelectual débiles. Su función es diferente a la de una economía de mercado, ya que intenta suavizar los desequilibrios de las empresas innovadoras. Las instituciones desarrolladas y formalizadas de Europa hacen a la UE menos vulnerable a intereses gubernamentales como los de la colusión gubernamental-empresarial típica de China.

Sin embargo, los autores señalan que la UE tiene la debilidad de una integración de mercado incompleta y debe considerar las consecuencias geoeconómicas a largo plazo al diseñar su política industrial. La competitividad de China, impulsada por el estado, ha alarmado a sus socios comerciales y ha complicado su posición global. La UE podría socavar su compromiso con el orden basado en reglas de comercio si compite en subsidios con China y EE. UU., lo que también podría provocar reacciones adversas de sus socios comerciales y de seguridad. Dado que la UE tiene limitaciones fiscales, los autores advierten que la prioridad debería ser apoyar sectores en los que tiene ventajas competitivas y que son vitales para su seguridad, evitando competir directamente en sectores dominados por China.

Las conclusiones destacan que el alcance de la política industrial de China no se puede medir solo por los subsidios directos, sino también por otros instrumentos difíciles de cuantificar, como préstamos bancarios y fondos estatales. Es crucial que la UE comprenda mejor cómo China implementa su política industrial para anticipar sus consecuencias, desde beneficios como precios más bajos para la transición energética hasta desafíos como el exceso de capacidad en el mercado único de la UE.

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