Para 2030, la mitad de la generación eléctrica procederá de fuentes renovables. Este hito en la senda hacia una economía descarbonizada plantea importantes retos técnicos que obligan a un replanteamiento del actual diseño del mercado. El Oxford Institute for Energy Studies (OIES), en su reciente estudio Electricity market design for a decarbonised future: An integrated approach aboga por un proceso de evolución gradual del mismo, con un protagonismo creciente de la contratación a largo plazo y de un mercado diario en tiempo real capaz de dar respuesta a las necesidades de flexibilidad y ajuste del sistema.
La participación de las energías renovables en la matriz de generación de energía eléctrica, más allá de las distorsiones introducidas por los mecanismos de apoyo que han respaldado su desarrollo en los últimos años, plantea importantes retos técnicos, especialmente al funcionamiento del mercado y la operación del sistema.
A nivel europeo, los actuales modelos de mercado basados en un sistema marginalista no están diseñados para un mix de generación cada vez más diversificado con una presencia destacada de las renovables. Estas tecnologías con costes marginales cercanos a cero están deprimiendo los precios de equilibrio del mercado, provocando que éste no esté enviando las señales adecuadas de inversión y operación. Como resultado, determinadas tecnologías de generación, como es el caso de los ciclos combinados, no están recuperando sus costes operativos a través de su participación en el mercado.
Esto se intensifica con la prioridad de despacho de la que gozan las renovables, que deteriora aún más las cuentas de estas plantas de generación al verse reducido el hueco térmico y por ende el número de horas de funcionamiento.
En este sentido, la propia Comisión Europea en su propuesta legislativa “Energía Limpia para todos los europeos” así como los reguladores y los representantes de la industria reconocen la necesidad de modificar el diseño del mercado. Un debate intenso en el que, sin dudar de la necesidad del cambio, se discute su gradualidad e intensidad. Frente a posiciones más intervencionistas que abogan por contratos a largo plazo, se encuentran posiciones más liberalizadoras que defienden un mercado puro (only energy markets), con precios que reflejen las rentas de escasez. Posiciones extremas que no son las defendidas por los autores del estudio que apuntan que esta reforma debe ser gradual e incremental. Todo ello justificado por la necesidad de mantener y garantizar la operación del sistema eléctrico mientras la reforma se esté llevando a cabo.
El estudio elaborado por OIES analiza pormenorizadamente los problemas del actual modelo eléctrico que justifican su no validez a futuro. En este sentido, no sólo son las renovables sino también muchas decisiones de naturaleza política que impiden conciliar la consecución de los objetivos de sostenibilidad ambiental, seguridad de suministro y competitividad. Por ello se reclama una mayor coordinación entre el diseño de mercado y la política energética. Política energética que, más allá de los trade-offs existentes, sea capaz de promover soluciones innovadoras capaces de conciliar en el largo plazo los tres objetivos reduciendo las incertidumbres existentes.
Para dar respuesta a esta situación es necesario, según los autores, identificar previamente los desajustes existentes. Estos desajustes se producen en múltiples ámbitos: entre el mercado mayorista y el minorista, entre la regulación de las redes y la integración de las energías renovables, entre los costes de generación a partir de fuentes renovables y el precio final que pagan los consumidores o incluso entre la dimensión nacional y europea.
A partir de esta identificación es posible avanzar en el diseño de un nuevo mercado que incorpore los avances tecnológicos, así como las preferencias de los consumidores. En la propuesta de los autores se identifican cinco aspectos críticos que condicionarán el devenir del sector eléctrico: el despliegue de las energías renovables, el grado de electrificación de otros sectores – especialmente transporte -, el despliegue e implementación de soluciones de almacenamiento de energía y el desarrollo tanto de las redes inteligentes como de la supergrid. En base a estas tendencias se incorporan diferentes hipótesis que permiten la construcción de escenarios de futuro que justifican la necesidad de un proceso de reforma dinámico y evolutivo. Un proceso de adaptación capaz de adaptarse a un entorno cambiante como es el energético, donde cuestiones como el despacho en tiempo real, los contratos de largo plazo como fórmula de mitigación del riesgo, la participación de la demanda o el incremento en el número de nuevos agentes partícipes en la provisión de servicios – especialmente de flexibilidad – adquirirán un protagonismo creciente.